¿Cómo leer la Biblia? Permíteme contarte las maneras

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Trad. Lourdes Sanchez

Los oponentes de la evolución a menudo afirman que su oposición se basa en la carencia de pruebas científicas solidas. En realidad, su objeción con frecuencia está basada en una serie de cuestiones ajenas a la actividad científica: cómo leer la Biblia e interpretando la visión de la naturaleza que esta proyecta.

Figura 1Figure 1

Una conceptualización de principios del siglo XX de la cosmología antigua. Los primeros hebreos concebían el universo como un conjunto, una Tierra en forma de disco centro del cosmos, el cielo consistía en un domo apoyado en pilares celestiales. Del frontispicio de H. Wheeler Robinson Las ideas religiosas del Antiguo Testamento (The religious ideas of the Old Testament) (Londres: Duckworth 1913).

La Biblia refleja la visión pre-científica del antiguo pueblo hebreo. Como se muestra en la figura. 1, los antiguos hebreos concebían un cosmos centrado en la Tierra mientras que el Sol, la Luna y las estrellas eran pequeños objetos situados debajo de una cúpula sólida, o firmamento (en hebreo, raquia) sostenido por pilares o columnas. La Tierra misma era circular y plana. Todo - estrellas, Sol, Luna, Tierra y sus habitantes - fueron creados en su forma actual en tan solo seis días. También consideraban la historia del diluvio y el arca de Noé como un hecho histórico. A falta de la tecnología apropiada y de una metodología científica no es de extrañar que tales creencias existiesen.

Por supuesto, en todos los pueblos antiguos hubo cosmologías pre-científicas, mesopotámicos, egipcios, mayas, nativos americanos o los pueblos del valle del río Indo. Todos explicaban su universo con cosmologías pre-científicas La visión Griega del mundo fue la primera en incluir un sentido lógico e incluir razonamientos que pudiesen modificar las concepción del mundo. De esta manera no era una concepción estática como la Biblia hebrea u otras cosmologías del Mediterráneo. La cosmología griega fue elaborada por Aristóteles (384-322 A.C.) y Tolomeo (83-168 D.C.), según los métodos de observación avanzaron se fueron desechando las inexactitudes de la visión del mundo griego. Galileo expuso nuevos conceptos, que a su vez se modificaron y crearon un cuerpo de conocimientos en el que han trabajado numerosos científicos en los siglos siguientes. Muy pocos individuos hoy en día creen en un universo geocéntrico, y casi nadie cree en una Tierra plana. De hecho, hoy en día los literalistas bíblicos se encuentran en la difícil posición de rechazo o reinterpretación de ciertos elementos de la visión del mundo pre-científico hebreo, sin menoscabo a otros temas también pertenecientes a dicha visión. Por ejemplo, los literalistas rechazan la idea de una tierra plana tal y como la describe la Biblia, sin embargo, insisten en un diluvio global de profundidad suficiente para cubrir las montañas más altas. La mayoría rechaza un cosmos geocéntrico y al mismo tiempo insisten en una interpretación literal en donde la creación dura solo seis días.

A la luz de estas discrepancias la pregunta que surge es ¿cómo podemos leer la Biblia? Algunas personas equiparan las escrituras judeo-cristiana con los textos sagrados de otras tradiciones religiosas, o sea la reducción de la Biblia a una colección de literatura entre otras muchas. Otros presentan a la Biblia como un libro espiritualmente diferente a otros textos religiosos - el Corán islámico, el Bhagavad Gita hindú, el Popol-Vuh maya, entre otros. Independientemente de la actitud que uno tome, la interpretación de la Biblia parece no ser evidente.

Muchos pensadores judíos han rechazado una lectura literal de la Escritura durante siglos. El teólogo Moisés Maimónides, de gran influencia en la filosofía de los judíos modernos conservadores, escribió en 1190: "El relato de la creación que figura en las escrituras no es, como generalmente se cree, destinados a ser literal en todas sus partes" (Guía de los perplejos (Guide to the Perplexed), 02:29 , citado en Slifkin, 2006, p. 109). Maimónides demostró aversión a la literalidad en otra parte de su obra, en donde declaro, "hay pasajes de la Biblia, que en su sentido literal contienen declaraciones que pueden ser refutadas con pruebas, deben y pueden ser interpretados de otras formas" (Guía de los perplejos (Guide to the Perplexed), 02:25 , según la traducción por Michael Friedlander, 1904).En una carta a un amigo, explicó que su enfoque de la interpretación bíblica era:

 

en contraste con los esfuerzos de las masas. Porque con las masas que representan al pueblo del Tora [Biblia judía], y lo que es amado por ellos y satisfactorio en su irracionalidad es que deben poner al Tora y a el pensamiento racional como dos extremos opuestos, y podrán distinguir aquello imposible, a diferencia de lo razonable, y dicen que es un milagro, y entonces huyen de tener que obedecer a las leyes naturales, ya sea en algún relato del pasado con algo que está en el presente, o con algo que se dice ocurrirá en el futuro. Pero vamos a tratar de integrar el Tora con el pensamiento racional, analizando los contecimientos de acuerdo con el orden natural siempre que sea posible, solamente cuando es clarificado como un milagro y no puede ser explicado de ninguna otra manera vamos a decir que es un milagro.

(Maimónides, Carta sobre la Resurrección de los Muertos (Letter Concerning the Resurrection of the Dead), citado en Slifkin, p. 109-110)

Desde los primeros tiempos de la Iglesia, clérigos y teólogos cristianos también han argumentado que hay múltiples niveles de significado de las Escrituras y múltiples maneras de leer la Biblia. Muchos de los primeros Padres de la Iglesia advirtieron que cuando el significado literal aparente de un pasaje bíblico se contradice con el conocimiento común, el lector debe buscar la alegoría o moraleja, o incluso una interpretación mística de dicho pasaje. La mayoría de los teólogos cristianos modernos considerarían que se trata de un punto crucial, creyendo que de la insistencia obstinada en la literalidad innecesariamente debilita la credibilidad de la voz cristiana en los debates de una sociedad pluralista.

Agustín de Hipona(354-430) escribió acerca de los estudiosos no cristianos y filósofos de naturalistas que:

Si encuentran un cristiano confundido en un campo que ellos mismos conocen bien y lo oyen haciendo declaraciones sin sentido acerca de nuestros libros, ¿cómo van a creer esos libros en los asuntos concernientes a la resurrección de los muertos, la esperanza de vida eterna, y el reino de los cielos, cuando piensan que sus páginas están llenas de falsedades y hechos que ellos mismos han aprendido a luz de la experiencia y de la razón? Imprudentes e incompetentes expositores de la Sagrada Escritura acarrean indecibles problemas y dolor a sus hermanos más prudentes cuando se ven atrapados en una de sus maliciosas opiniones falsas y son confrontados por aquellos que están vinculados a la utoridad de nuestros libros sagrados.

(Agustín, en El Sentido Literal de la Escritura (On the Literal Meaning of Scripture), 1,19)

Los eruditos medievales distinguieron cuatro niveles de significado en los pasajes de las Escrituras: (1) literal (2) alegórica (3) moral, y (4) místico. Mientras que el significado literal es, naturalmente lo primero que se busca no hay que insistir en ello, si al hacerlo se contradicen otras partes de la Escritura, la realidad que observamos, o la lógica. Nicole Oresme (1323-1382), propuso que, lógicamente, sería mucho más simple que la Tierra girase sobre su eje que y que todo el cielo - que consta de enormes cuerpos celestes - a girasen todos los días a nuestro alrededor. Oresme argumentó que no podemos establecer esto de forma empírica (la prueba astronómica se encontró en el siglo XIX), pero sostuvo que los textos en las Escrituras que hablan de una Tierra inmóvil y un sol en movimiento deben ser leídos alegórica y no literalmente. Aunque en última instancia Oresme se decidió en favor del modelo geocéntrico (la Tierra como centro), su tratamiento de las Escrituras a la luz de la ciencia adelantó a lo que se convertiría en el argumento que Galileo presentase tres siglos más tarde, cuando Galileo cito al cardenal Baronio quien en 1613 dijo que la Biblia "tiene por objeto ensenarnos cómo ir al cielo, no cómo van los cielos."

En los siglos XVIII y XIX, los eruditos bíblicos comenzaron a reconocer que la Biblia no puede ser un documento unificado. Intensos estudios textuales revelaron que la Biblia es una colección de libros de distintos géneros literarios, compuestos y editados en distintos períodos de la historia hebrea. Este movimiento histórico-crítico - que reconoció la autoría múltiple de la Biblia hebrea y que gran parte de su contenido se deriva de las tradiciones orales o escritas de otras culturas semíticas del Cercano Oriente Antiguo - comenzó a poner en duda la fiabilidad del testimonio bíblico en la historia secular - independiente del valor de la Biblia como un documento religioso. Muchos eruditos cristianos y seculares llegaron a la conclusión que el Libro de Génesis no es una guía confiable para la historia de la Tierra, ni lo son sus historias de la creación (Génesis 1-2), o en su relato de un diluvio universal (Génesis 6-9.)

En la actualidad existen importantes denominaciones cristianas y judías que sostienen que la Biblia no fue concebida por sus autores para enseñarnos ciencia - una forma de saber que no existía en el momento en que las tradiciones orales hebreas se establecieron por escrito como el Libro del Génesis. Estas denominaciones no obtienen de la Biblia verdades literales como que la tierra es plana, o que un diluvio global una vez cubrió el monte Everest, o que vivimos en un cosmos geocéntrico, o que el mundo fue creado tal como ahora lo observamos en seis días solares, o que las especies fueron creadas especialmente en su forma actual y no han cambiado desde los días de la creación.

Más bien, ellos leen la Biblia como un registro de la relación de un pueblo en desarrollo moral con el Dios en quien confían. En un discurso de 1981 a la Academia Pontificia de las Ciencias, por ejemplo, el Papa Juan Pablo II dijo: "La cosmogonía misma nos habla de los orígenes del universo y su composición, no para que nos proporcione un tratado científico, sino con el fin de establecer la correcta relación del hombre con Dios y con el universo. La Sagrada Escritura quiere simplemente declarar que el mundo fue creado por Dios, y con el fin de enseñar esta verdad, se expresa en los términos de la cosmología en uso en el momento del escritor. “Visto como tal, la Biblia consagra los ideales eternos de la integridad de la creación y la responsabilidad humana dentro de esa creación. Para estos creyentes, parte de esa responsabilidad es con el don de la racionalidad humana para descubrir la fascinante historia de cómo la vida - incluyendo la vida humana - se ha desarrollado sobre la tierra.

No todos los cristianos modernos han aceptado esta interpretación de la verdad bíblica, sin embargo. A finales del siglo XIX y principios del XX se vio el surgimiento del fundamentalismo en el cristianismo protestante de habla inglesa. En gran parte como una reacción al movimiento histórico-crítico, los fundamentalistas abogaron por una interpretación más "literal" de la Biblia. De hecho, la literalidad bíblica es un nombre equivocado para este posición, la descripción más precisa de la postura desarrollada en el conjunto de 12 volúmenes titulados Los Fundamentos (The Fundamentals) sería "Inefabilidad Bíblica" (1910 a 1915, publicado por el Instituto Bíblico de Los Angeles). Pocos fundamentalistas, por ejemplo, sostienen que la Tierra es plana, inamovible y que descansa sobre pilares (Ps 93:1, Ps. 96:10, 1 Sam 2:8, Job 9:6, o que el mar contiene monstruos invulnerables que escupen fuego (Job 41), a pesar de las declaraciones literales de la Biblia en estos casos. Sin embargo, los fundamentalistas utilizan el principio de la literalidad del Génesis para justificar la lectura como un texto histórico, con su creación en seis días de todos los animales y plantas en su "tipo".

A mediados del siglo XX, ocurrió una división interna dentro del movimiento fundamentalista. Denominaciones más moderadas han dejado de referirse a si mismas como "fundamentalistas", y han retomado la clasificación más general de "cristiano evangélico" (advertencia: términos como "fundamentalista" y "evangélico" varían en su significado, incluso entre los cristianos que se identifican a sí mismos como tales.) Las diversas denominaciones evangélicas varían ampliamente en el enfoque que le dan a la interpretación bíblica, los evangélicos más conservadores en general siguen a los fundamentalistas en la defensa de la interpretación literal de la Biblia, mientras que los evangélicos con tendencias más liberales tienden a tener una presencia más social más amplia y moderada y prefieren un enfoque histórico-crítico.

 

Referencias y lectura adicional


Augustin de Hipona. El Sentido Literal de la Escritura (On the Literal Meaning of Scripture) (De Genesi ad Litteram), 1.19. ca. 401-415.

Charpentier, Etienne. Cómo leer la Biblia: Los Antiguo e Nuevo Testamentos (How to Read the Bible: The Old and New Testaments). New York City, NY: Random House, 1993.

Davis, Ellen F. and Richard B. Hays, eds. El arte de leer las Escrituras (The art of reading Scripture). Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans, 2003.

Dyck, Elmer, ed. El acto de leer la Biblia: un enfoque multidisciplinario para la interpretación bíblica (The act of Bible reading: a multidisciplinary approach to biblical interpretation). Downers Grove, IL: InterVarsity Press, c1996

Galilei, Galileo. Carta a la Gran Duquesa Cristina (Letter to the Grand Duchess Christina). 1615.

Hess, Peter M. J. and Paul L. Allen. Catolicismo e Ciencia (Catholicism and Science). Westport, CT: Greenwood Press, 2008.

McKenzie, Steven L. Cómo leer la Biblia: la historia, la profecía, la literatura - ¿por qué los lectores modernos deben saber la diferencia, y lo que significa para la fe hoy (How to Read the Bible: history, prophecy, literature — why modern readers need to know the difference, and what it means for faith today). New York City, NY: Oxford University Press, 2005.

Oresme, Nicole. El Libro del Cielo y del mundo (Le Livre du ciel et du monde), 1377. ed. Albert D. Menut and Alexander J. Denomy, trans. and introd. Albert D. Menut. Madison, WI: University of Wisconsin Press, 1968.

Slifkin, Natan, El desafío de la creación: Encuentro del judaísmo con la ciencia, la cosmología y la evolución (The Challenge of Creation: Judaism’s Encounter with Science, Cosmology, and Evolution). New York City, NY: Zoo Torah/Yashar Books, 2006.